18 de septiembre de 2010
Despedimos Marrakech de la mejor forma, desayunando en Djemaà para seguidamente abandonar el hotel e ir a recoger nuestro coche de alquiler. Pese a llevar hecha la reserva desde casa, el trámite, unido a la incompetencia de un taxista, es lento, desesperante y con mucha calma. El coche es minúsculo, apenas cabe nuestro equipaje, equipo fotográfico y nosotros mismos. Es lo que hay y con esto llegaremos hasta donde haya que llegar. A pesar de la línea contínua, los adelantamientos peligrosos están a la orden del día.
Ya nos habían advertido de la conducción en Marruecos y ya lo había experimentado desde un petit taxi. Definitivamente y en cuanto a conducción se refiere, van como locos. Antonio decide coger las riendas y yo de copiloto. Menudo estrés salir de la ciudad y más hacerlo sin un solo roce o golpe. Toda una proeza!
Encaramos la N9 dirección Ouarzazate. Cada vez el tráfico es menos intenso y la carretera (en buen estado) invita a recorrerla maravillándonos a cada Km que hacemos. Ha sido todo un acierto hacerlo en coche de alquiler y no en autobús como pensamos en un principio (gracias Paola). El paisaje cambia del verde y más frondoso bosque al más árido, llano y lunar de los lugares.
Encaramos la N9 dirección Ouarzazate. Cada vez el tráfico es menos intenso y la carretera (en buen estado) invita a recorrerla maravillándonos a cada Km que hacemos. Ha sido todo un acierto hacerlo en coche de alquiler y no en autobús como pensamos en un principio (gracias Paola). El paisaje cambia del verde y más frondoso bosque al más árido, llano y lunar de los lugares.
Estamos cruzando parte del Atlas, recorriendo una serpenteante carretera que nos sube a más de 2400m de altitud. Es absolutamente precioso y decidimos parar en algunos tramos. El tiempo empeora y empieza a llover mientras empieza a caer la noche. Todavía quedan 40Km cuando comienzan a divisarse rayos a lo lejos tentándonos a parar y fotografiarlos. No hay tiempo y todavía no sabemos donde dormiremos esta noche!
Llegamos a Ouarzazate bajo un manto de lluvia y guiados por las luces de una gran avenida. Tras preguntar en varios hoteles, nos instalamos finalmente en uno. La habitación está algo sucia, no hay agua caliente, el colchón es algo malo pero tenemos aire acondicionado. Tras instalarnos, deja de llover y salimos a comprar para comer algo. Después de Marrakech esto es (quizá demasiado) tranquilo.
Mañana retrocederemos algunos Km hacia Aït Ben Haddo con el objetivo además de fotografiar algunos paisajes que vimos viniendo hacia aquí.
PD: «Yo berbere, no barbare!».