Amanece nevando en Tallin mientras remoloneo en la cama del albergue. Apenas son unos pocos copos de nieve, pero para mi, se trata de una imagen inusual y muy bonita. Café con leche junto a otros huéspedes. El resto, sigue en la cama.
Ya ha dejado de nevar, a penas hace frío y está empezando a salir el sol. La ciudad medieval espera y debemos aprovechar el tiempo al máximo ya que a las 14h tenemos el check-out y nos quedan otras 4 horas de conducción hasta Riga. Tallin necesita mucho más tiempo para visitarla del que tenemos. Posee una parte antigua y medieval y otra mucho más moderna a la que por desgracia no podemos dedicarle tiempo. Sin duda, esta ciudad merece una visita mucho más relajada en el futuro.
El regreso a Riga es tranquilo, disfrutando del nevado paisaje y de la bonita luz del atardecer.
Tras cruzar la frontera que separa Estonia de Letonia, el Mar Báltico se encuentra a pocos metros y la luz comienza a convertirse en maravillosa. Pararse y acercarnos a la orilla es prácticamente una obligación. Es simplemente alucinante contemplar toda la orilla y varios metros hacia dentro como el mar está completamente congelado. Los ojos como platos! Una visión preciosa, expectacular e inigualable!
El tiempo apremia y no queremos llegar demasiado de noche a Riga. Ya hubiera querido aprovechar mucho más ese momento! Una experiencia increible, un viaje dentro del viaje y Tallin una ciudad para visitar de nuevo en el futuro y con más calma.