22 de septiembre de 2010
Tras levantarnos temprano y desayunar, dejamos las impresionantes Gargantas del Todra. Decidimos adelantar nuestra estancia en el desierto y así ganarle un día al viaje. Carretera y manta dirección a Merzouga, dirección al desierto. Tras varios kilómetros sin apenas paradas (las justas para alguna fotografía) empezamos a divisar los primeros indicios del gran desierto del Sáhara.
La temperatura comieza a notarse, y aunque es soportable, el viento se torna caliente y quema. Finalmente llegamos a nuestro destino, Merzouga, una polvorienta ciudad enclavada prácticamente en medio de las dunas. El asfalto se termina y deja paso a pistas y caminos de tierra. Estamos en el desierto! El tamaño de las dunas impresiona, mientras comienzan a asaltarnos los primeros cazaturistas ofreciendo rutas con camello por el desierto. Decidimos hospedarnos en La Palmerie, un albergue situado en frente de la gran duna. Aquí nos hablan de que viene mucha gente de Alicante, concrétamente de Elche para colaborar con una asociación: África Nomadar que bien dirige Aica, una chica ilicitana que lo dejó casi todo para venirse aquí. África Nomadar es una asociación española que trabaja por el intercambio cultural en el pueblo de Merzouga. Ayudan a erradicar problemas como el analfabetismo, prevención de enfermedades típicas de la zona, danza, artes…
Tras pasar algunas horas conversando con Aica, volvemos al albergue donde nos esperan sendos dromedarios. La verdad es que estos bichos son altos. Decidido me subo en la montura y me agarro fuerte. No es fácil, al menos para mi, ir subido. Voy rígido y tardo bastante en cogerle el punto. Idir, nuestro guía, camina rápido entre las dunas tarareando canciones y hablando un español más bien escaso. Tras un recorrido de 1.45h llegamos al campamento mientras atardece en el desierto. Las jaimas nos aguardan, aunque nosotros preferimos dormir a la intermperie sobre unas mantas.
Antes de cenar, subimos a una duna en busca de nuestras nocturnas del desierto. Subir es agotador y totalmente fustrante y más recordando la facilidad con que lo hacía Idir. Tras unas fotos cenamos un reconfortante tajine a la luz de la luna y nos dormimos entre charlas con algunos guías mirando las estrellas. Menuda tranquilidad!
PD. Algo mejor que nada.